Fátima era una de las hijas del profeta Mahoma, de ahí viene su nombre. La leyenda cuenta que Fátima estaba en su casa preparando la comida y esperando la llegada de su marido, cuando éste entró en la casa acompañado de una concubina. Fátima quedó fuertemente decepcionada, pero ella, prudente, guardó silencio y regresó a la cocina. Atormentada por los celos, no prestó atención a lo que estaba haciendo y metió la mano en la olla al fuego con caldo hirviendo y empezó a remover la sopa.
Estaba tan absorta en su tristeza que no sintió dolor alguno, pero en ese momento entro su marido, Alí, y gritando se abalanzó sobre ella. Fue en ese momento cuando Fátima sintió el dolor de estar quemándose la mano. Alí le curó las heridas y reconoció que había pasado la noche con la concubina.
Al día siguiente ella espió a su marido y comprobó como éste estaba besando a la otra mujer y una lágrima se deslizó por su mejilla. En ese momento Alí sintió una gran tristeza en su corazón y una lágrima bajó por su mejilla.
Al darse cuenta del gran amor que sentía por su mujer y del gran dolor que le estaba causando, dejó a la concubina.
Desde entonces las Manos de Fátima se convirtieron en un talismán en el mundo musulmán y representan la abnegación y la paciencia.